La vida, sin nombre, sin memoria, estaba sola.
Tenía manos pero no tenía a quien tocar.

Tenía boca pero no tenía con quien hablar.
La vida era una.
Y siendo una era ninguna.
Entonces el deseo disparó su arco.
Y la flecha del deseo partió la vida en dos.
Y la vida fue dos.
Y los dos se encontraron y se rieron.
Les daba risa verse, y tocarse también.
E. Galeano
Un nuevo otoño... que comenzó... esta vez lleno de primavera...
Gracias gracias gracias... y gracias por invitarme a pasear por tu mundo...
Te quiero...